en el zaguán, que nadie ve los vaivenes azulinos
que se mueren y reciclan en lo penoso del poema
Nos sentamos -sentuvimos- y en tanta masa fina
creada de materias exultantes que se arropan
se hicieron cadáveres arremolinados que se aman
Por encima de la carne envejecida fuimos cumbre
luego cénit y, ya carroña, devorada con dulzura
entre caricias de los muertos, habremos de perdernos
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