lentamente, unos sobre otros
en esquirlas que subliman la llovizna
como cuadros vítreos superpuestos
que se miran y sonríen, tan calmos
una plétora de lunas desorbitadas
Lo único corriente como el tiempo
son los estentóreos dolores de los fines
que se extienden agónicos
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hasta los límites del quiebre que nace,
al hablarme de amores que mengúan,
de quejumbrosos cristales que se caen
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