---Kño está al otro lado del cuarto---
De vuelta, "aquí Kño" (como la famosa frase del Hacker Atilano) 23 segundos después de haberme levantado, y 5 segundos después de haberle metido un porrazo al borde de la compu. Afortunadamente, le compré este protector transparente que deja que se vea la manzanita a pesar de tener la máquina forrada, como un caracol digital, en acrílico.
El motivo de este post es alejar la probable percepción que ustedes, pocos pero ávidos lectores bloggeros, tienen del autor de esta bitácora en forma de poemario, por lo que estuve evaluando acerca de las posibles deformaciones que podría haber sufrido yo, el que suscribe, en vuestras mentes. A continuación figuran algunas de ellas, con motivos meramente ilustrativos:

1) El "Pablomilanesófilo"
Dícese de aquella persona que anda ensimismado entre estribillos como "porque la vida no vale nada" y "sus olores llenan ya mi soledad". Suele vestirse a la usanza clásica reaccionaria, y la gente suele confundirlo con un estudiante de sociología de laPUCP a la que se la ha muerto su perro de nombre "Kant".

2) El "Creativo Frustrado"
Se le llama así a aquella persona, que habiendo estudiado Creatividad Publicitaria con ánimos de emular a David Ogilvy, terminó en un cubículo del segundo piso de Cuarzo, nextel en mano y tarjetero en la otra, buscando clientes medianos sin aspiraciones de ventas, para así poder costear la tarifa plana del internet y con ésto hacer una triste catársis vía Blogspot. Suele esta especie vestirse de camisa de corte standard, pantalones de pliegue frontal, correa talla medium con un hueco extra para que no se le caiga la prenda, y lentes de oferta de GMO, pudiendo también ser confundido con encuestador o vendedor de biblias.

3) El "Bohemio del Z"
El peinado estrambótico, los lentes de carey y los pantalones cuzqueños de rayas de colores delatan a este tipo de especímenes. Debatiéndose entre la lucidez y los "trips" consiguen ostentar cierta consistencia creativa. Las figuras literarias empleadas no son más que descripciones fieles de vívidas imágenes que creen haber visto camino a sus usuales abastecimientos de "merca".

4) El "Emo-viejo"
Este rótulo aplica a cualquier persona que reniega de la calamidad que ha resultado ser su vida, que es mayor de 20 años y que también, presa de un lapsus generacional, cree haber encontrado un grupo de referencia real sólo por llevar ropa vampiresca, peinados del salón de belleza "Green Mile" y cicatrices en las muñecas a manera de indicadores de su rango de sufriente. Su inconsciente emulación de Santa Rosa de Lima pues no es más que un extravío generacional y denota un marcado masoquismo, junto a cierta necesidad de atención.
Inicialmente no pretendía hacer un detalle tan extenso sobre lo que había estado pensando, pero escribir siempre es un deporte. Lo único que pretendía era comentarles una idea que, por la madrugada, había dado vueltas como mariposa nocturna alrededor de un foco. Navegaba por Newegg buscando geekstuff mientras escuchaba primero "A 18' del Sol" de Luis Alberto Spinetta y luego "Como Estão Vocês?" de Titãs, y derrepente vino a mí la duda más extraña que me haya acorralado durante la noche:
¿cómo me había vuelto tan dependiente del trackpad?
Vayamos por partes, como dijo mi amigo Jack el Destripador (Richard del Rosario dixit): Cuando entré, hace poco más de un año, a Apple a comprar mi nueva MacBook Pro, la adquirí junto a un artilugio casi indispensable para cuanto ser humano tengo la (des)dicha de conocer: El mouse. Hice el desembolso extra impulsado por esa misma necesidad que nos arrastra a agarrar compulsivamente cubiertos al llevar un plato de comida a la mesa, el contar con instrumentos (el tenedor sería entonces un dispositivo de interfase plato-bucal).
Dos semanas después, tenía frente a mí un rectángulo de aluminio de 2.5kg y 1" de alto, junto a un mouse que parecía realmente un ratoncito sin cola, provisto de tecnología de punta (parafraseando a Hugo Cabieses "del piricutín inflado"). Tras limpiar mi escritorio, ahí yacían mis juguetes nuevos (junto a otros tantos), cuando le di al botón de encendido para configurar el mouse. Cinco minutos después, ya estaba usando la computadora.
Así pasaron los días, pero una inconsciente búsqueda arrastraba mi mano hacia el trackpad de la computadora y dejaba al pobre ratón libre. Me preocupaba pues, al inicio, la falta de precisión del trackpad para programas de diseño, y tenía un temor profundo a compenetrarme con esa planchita de metal que descansaba bajo el teclado, como un mono al que le acercan un palito con fuego. Y pasó que, viéndome horas atrás en mi escritorio con la mano en el trackpad mientras el ratón yacía, a unos centímetros, eviscerado panza arriba mostrando el compartimiento vacío donde deberían ir las baterías, me sentí extraviado, realmente extraviado.
¿Qué pasó? en mi otra computadora no puedo vivir sin el mouse, incluso tengo un mouse ergonómico, anatómico, tecnológico, programados sus cuatrocientos ochenta botones para que funcionen a mi antojo como si fuera yo el director de una orquesta miniaturizada, pero en esta computadora no puedo prescindir del trackpad, no puedo vivir sin él. Incluso coqueteé con la idea de irme a Japón, donde seguramente deben haber organizaciones dedicadas a extirpar este nuevo flagelo de la sociedad post-moderna: La trackpadicción (o trackpadependencia).

Me propongo investigar acerca de este interesante (para mí) tema. Mientras tanto, este soliloquio les grafica por qué espacios siderales divaga mi mente... pues déjenme decirle que son los lugares habituales por los que anda, los sinsentidos que colorean la vida como un niño de 3 años con crayolas en la mano al ver una pared blanca.
Pero, luego de tantas vueltas al asunto, debo responder frontalmente a la pregunta que yo mismo planteé al inicio el post, y de la cual se desprendió aquella descripción de personajes y tanto relato sobre un trackpad:
¿Quién soy?


Son las 7:24 de la mañana y, escuchando a Cerati tocar un cover de "Bajan", me enciendo un cigarro pensando en qué libro debería terminar mañana. Ya salió el sol, pero lo voy a esconder un ratito con permiso de D's y del Shajarit correspondiente, para soñar con computadoras, con amores que regresan, y con dolores que se extravían en el alma que, a diferencia de mis mp3 refundidos en algún cajón lleno de cables de mi cuarto, espero nunca vuelvan a aparecer.
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Otras ideas que cruzaron por mi mente durante la redacción de este post:
- La palabra "anda" debería ser postulada como un gerundio honorario.
- Cuántas tipificaciones huyeron de éste post, y la esperanza de no sentir nostalgia ni remordimiento de que se me olviden después.
- ¿Conozco aún gente que abra las oraciones de admiración con signos de admiración?
- Debería escribir más poemas en vez de contar cómo divago.
- Terminaré de consolidar mi biblioteca en el nefasto iTunes algún día, odio que las canciones no tengan Album art.
- ¿Dónde queda la Avenida Alcorta? (como para preguntarle a Cerati).
- He descubierto una nueva lección de vida: No estornudar de cara a un cenicero.
2 comentarios:
¡No fumes! (hace daño)
la indiferencia y el prácticamente olvido hacen más daño
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