Cuando amarraba la poesía en atados gigantes
te amaba así, de reojo, cuando con atención mirabas
todas esas tardes que eran un vuelco hacia el pecho
hacian las manos felices, y vivíamos el momento
No siendo mucho más que yo, te erguías
solo para verte así, diciendo "también sonrío"
y yo me acomodaba en el pasado, tranquilo
importaba lo que llevábamos por dentro escrito
Cantaba la reina y dormías, y yo te veía dormir
siempre era de día en Tokio cuando llegabas por fin
a mi encuentro, tanto sol había pasado por encima
que no teníamos más sonrisas para contarnos otro cuento
Nos llevamos a caminar a través de los parques por Lima
que era un papel donde nos corríamos de las estelas
papel donde el olivo nos miraba de reojo, también él
como si amara la complicidad, dócilmente enmudecido
Volvió a ser casi de noche, casi llegando, y siempre
camino a las palmeras, era picante nuestro verso
echados los dos me miraste, como siempre lo hacías
Mientras atardecía muy al borde, donde se acaba el tiempo
Pero esa vez, entre granados que no se atreven nunca más
a mirarnos a los ojos, hoy sabiéndose parte de todo
fuimos a comprar algo que mitigue tanta tormenta
y aunque nos fuimos como siempre, nada se fue de adentro
0 comentarios:
Publicar un comentario