en la antigua, la madre que les alberga
y los viejos empiezan a desempolvar las bragas
saboreando como una culpa ambrosina
esa macilencia propia de los pecados
que duelen con gusto como las muelas
cuando me tomo un vino, tranquilo y sentado
rehuyendo de contarme los secretos a mí mismo
para no volverme contrario a las corrientes
dictadas por los que quemaron nuestros libros
Así, pensando en la que prodiga esos pasados
tan derechos, tan firmes y solemnes,
anacrónico estandarte de sus voces coloridas
me olvido que cruzando una pizca de noche
alcanzo a pensar que te veo, tan cerca
reconstituyéndote trazo a trazo con los ojos
casi materializarte con tanto pensamiento
como adicto al masoquismo que muere al alborear
cuando aquí ya sea madama y desayuno amizclero
y los hombres de estas latitudes coloniales
empiecen a desempolvar sus propias bragas
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