Al preguntar a mis amigos por un estado particular de ánimo a ver si les sucede al igual que a mí, siempre obtengo esa respuesta que me hace sentir menos loco (o rodeado de locos como yo, lo cual me hace sentir igual de bien): Hay momentos donde, rodeado de gente que te quiere, uno se llega a sentir solo. Llegar a esa conclusión no ha sido muy dificil en verdad, pues quienes me conocen saben que he hecho una suerte de mudanza de círculo que, exceptuando a rescatables y masoquistas excepciones, ha reemplazado rostros en el panteón de los que están "siempre ahí". En verdad no ha pasado mucho hoy, nada aparte de sentir dicha sensación.
Estoy tomando una Brahma de las que me regalaron en un focus group, mientras Lopo hace lo mismo que yo, echado en mi cama (es decir, escribir un post y tomar una cerveza). Mientras bebo, recuerdo que hoy se acercó Iris y me dijo "Te has olvidado varias veces de traer el cuaderno de Jessica, me hace pensar que debes tener serios problemas, ese olvido no es fortuito". Eso me hizo pensar eso en cuántas veces me olvido de cosas, como una suerte de bloqueo, un censor hiperactivo poniéndose al día de su trabajo en mi conciencia.
El olvido justificado
He perdonado de todo, he perdonado deudas, afrentas e insultos, en tanto aquellos responsables me pidan perdón. La vida no es una lista de cobranzas,y no debería serlo tampoco, considero que perdonar es una manera de saldar deudas. Nicolás entonces, como una excepción espigada y reconrosa a la regla , me hizo acordar vía electrónica -la modernidad, lectores, que ustedes leen un blog- que hay personas que pueden dedicar su vida a expresar frustaciones a través de desempolvar viejas rencillas y así sentirse mejor.
Llegó A rato después, y desde la biblioteca extendí mi mano en aprista ademán de saludo, sólo que sin pañuelo, para saludarle. La distancia entonces fue una buena excusa para no haber podido divisar tal balconazo. Luego, al estar a prudente distancia para saludarnos, hice lo mismo, sólo para percibir esa indiferencia con total claridad. Debo aclarar que tuvimos una escueta discusión por la madrugada, momentos después de haber subido el post anterior, me olvidaba.
"Cagar un ropero"
El olvido no es extensivo a todo mi neocórtex, se aloja en el cajoncito rotulado "cosas importantes". Recuerdo estupideces con enfermiza claridad, como la cita de Hugo Cabieses durante un almuerzo, donde celebrando su llegada de uno de incontables viajes comiendo auténtico sancochado preparado en olla de barro, dijo que "haber terminado ese proyecto después de tanto tiempo me hizo sentir liviano como si hubiera podido cagar un ropero". Hoy fue el examen de economía, y yo me sentí así.
El loco Candiotti, en una demostración de sapiencia e increíbles dotes para la educación, logró enseñarme en quince minutos todo el semestre de un curso al que no había podido asistir por franelearle los zapatos Zegna a los Mexicanos de TELMEX. Luego vino el examen que me devolvió una exótica, una desubicada sonrisa al rostro. Reir pues no es una manifestación de alegría, es un ballet de músculos faciales irritados por el vacío del resto del alma, en tanto la sonrisa sí lo es.
Pero como no hay alegría eterna ni vida que la soporte, regresé, liviano como si hubiera cagado un ropero, a ubicarme en el mismo lugar donde estuve antes del examen, esperando el dichoso saludo. Y sucedió, pero fue igual de frío como tratar de sostener una botella de cerveza con los muslos.
Olvidos injustificados
Estábamos Perrito, Banda, Tefi, Coco, Lopo y yo reunidos para estudiar Gestión Publicitaria, el interesantísimo curso del adrede ácido profesor "Jay Jay" Tirado (cuya única conversación con él que logro recordar es la referente a su corbata Ferragamo y de cómo utiliza motivos de animalitos caricaturizados en colores vivos el diseñador). Y concluímos así la mitad del trabajo de Marketing sobre segmentación del mercado. Nos olvidamos, en una suerte de amnesia colectiva, de retomar el tema de gestión al terminar ese trabajo.
Pero más relevante para mí, es que me sentí solo. Me dijo A, allá en el instituto, que debía estudiar para su examen de mañana, luego de haber preguntado a todos los otrora asistentes a mi pequeña sesión de no-estudio qué íban a hacer hoy. Eso me hizo sentir solo. No poder abrazar me hace sentir solo, no ser abrazado me hace sentir solo, que no esté aquí me hace sentir solo. Las multitudes se encumbran entonces como odas a la soledad, y aquí estoy, olvidándome del mundo para enterrarme como cangrejo ermitaño en el caracol muerto de mi propio dolor, dolor ajeno a todos los presentes, y así me olvidé de ellos.
Ni el presente ni el futuro se olvidan
Terminó la reunión, y ahora tomo mi Brahma mientras escribo este post, escuchando "Los libros de la buena memoria" de Spinetta, mientras Lopo hace lo suyo. Debo recordar que mañana me espera un largo día enseñándoles gestión a todos los muchachos del salón. Hemos hecho un buen grupo de estudio, debo decirlo, estamos los de mejores promedios trabajando en pos de mejores promedios aún. Debo recordar que debo terminar el engorroso trabajo de Marketing junto a Panetón y Candiotti, los mismos del frustrado intento de campaña ganadora del día de ayer.
Lopo sigue aquí haciendo lo suyo, y no es díficil para mí recordar hoy que no estoy solo, que hay de verdad gente conmigo, esa gente que dibuja dinosaurios en mi sábana y usurpa la laptop. Eso terminó por traer a mi mente a aquellos otros que, a la distancia, dejan comments en el blog, los que hacen de esas noches vacías explosiones de risa, los que pegan controles remotos con "cinta scotch" (sic) en mi pared roja, los que vienen a las 4am cuando hay un motivo para llorar y tomar, por ende, un whiskycillo... los que están "ahí". Entonces el olvido entonces deja de ser algo malo, se convierte en el preciso trabajo del depurador de mi cabeza, cuyos sus resultados son siempre perfectos, tan perfectos como que ahora recuerdo a todos esos especímenes que he mencionado.
Es una verdad científica el que me haya olvidado de muchas -muchas- cosas relevantes hoy, pero ahora sólo importa lo que quedó, nunca más lo que se fue.
Día3 - Miércoles 12 - "Ese olvido no es fortuito"
jueves, 13 de diciembre de 2007
Escrito por @KNO_Z a las 1:55 a. m.
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2 comentarios:
Ese olvido sirve caño, me enseñaste eso, sirve para mejor, te ayuda a ser más, y también para que cuando esos tiempos regresen, saber exactamente cómo actuar.
<3
totalmente y ademas me alegra leer eso: solo queda recordar lo que quedo, nunca mas lo que se fue.
recuerde lo emocionante, lo interesante, lo emotivo, lo esperanzador, lo vivo que se sentía, no recuerde lo malo esa parte de nuestras vidas se dejan de lado o se esconden debajo de la alfombra. Al final solo quedan nuestras victorias porque a esas regresamos para sentirnos logrados.
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